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Día del Padre: el «mapá» que bailó tres veces con la muerte y al que salvaron sus hijos

«Hay un muchacho que tiene una historia pesada y conmovedora, es padre, viudo, pero el flaco anda por la vida siempre con un empuje y una sonrisa, admirables. Eso sí, no se engancha con las notas, es muy perfil bajo, pero intentá».

Un amiga sugirió conocer a Oso, así, a secas, un cuarentón largo que vive en Carmen de Areco con sus dos hijos. «Es un tipo sincero, concreto, sensible y sin vueltas. Laburante, humilde, de esos que no creen que su historia sea heroica, ni fuera de lo común para ser reconocida. Siempre dispuesto a ponerle el pecho a todo». Esas eran las coordenadas para dar con el paradero del Oso, «algo huraño, pero insistí, vale la pena», habían advertido.

Después de una exhaustiva inteligencia, se pudo dar con Oso, en realidad Gabriel Domínguez, nacido y criado en Lomas de Zamora, y actualmente vecino de Carmen de Areco. Tiene 48 años, es gasista, plomero, constructor y docente en un terciario. También es intérprete de lenguaje de señas, que aprendió en un curso en la Cruz Roja.

La mayoría de los habitantes de Carmen de Areco conoce su historia de lucha permanente, él solito junto a sus hijos. «¿Quién no sabe de su increíble vida?», responde con una pregunta una vecina carmeña. Se sabe de su accidente de hace unos años, de las secuelas que le dejó, de su pierna más corta, de su enfermedad «y de su inmensa dedicación como padre… y madre, porque él se hizo cargo de todo».

«Es un hombre solidario, que ayuda siempre al prójimo y tiene un corazón enorme», hace saber una docente. «Es un padre con mayúsculas que no se dejó vencer por la pérdida de su esposa, tampoco por las heridas que casi lo matan, ni menos ahora por el cáncer que le diagnosticaron«, aporta un comerciante de la Avenida Mitre. «¿Oso? Es una topadora, no se rinde ante ninguna dificultad, que las tiene y muchas, pero siempre tiene una sonrisa a mano», desliza uno de sus alumnos del curso de gas del Centro de Formación Profesional N°401.

Desde hace diez años que la vida de Gabriel «Oso» Domínguez pasa por sus hijos Solange (16) y Joel (11), a los que Clarín pudo contactar antes que al padre, gracias a la complicidad de Natalia Gómez, un hada que logró lo imposible: conquistar un corazón resquebrajado. «Primero fui maestra de su hijo y el vínculo comenzó con el nene, pero no con él. Y más adelante empecé a tratar a la nena, hasta que después se dio el pack completo y hace dos años que estamos juntos«, cuenta la docente y locutora, que conectó a los hijos con este medio.

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