La cadena nacional que el Presidente protagonizó esta semana sigue dando que hablar. No solo por lo esforzado del mensaje, que significó un giro de 180 grados con respecto a su relato de la motosierra recargada, sino porque esas nuevas promesas electoralistas -de golpe sí hay plata para discapacitados, jubilados, educación pública y salud, además de que “lo peor ya pasó”- en los hechos significan una capitulación total. Javier Milei entregó sus banderas, sin siquiera pestañear, ante la amenaza de otra derrota demoledora en octubre, como ya pronostican algunas encuestadoras.
Si se consumara ese escenario tan temido, la gobernabilidad se complicaría de forma irreversible, los mercados y el dólar acusarían el impacto y la calle se volvería irrespirable para los libertarios. Había demasiado en juego como para insistir con la intransigencia que Milei seguía mostrando hasta horas antes de su voltereta comunicacional, cuando aún se animaba a vetar las leyes de financiamiento universitario y emergencia pediátrica incluso después del mazazo en las elecciones bonaerense. Pero ya no: ahora, al temible león lo presentan como un gatito mimoso.
¿Es creíble ese cambio radical de relato? Claro que no. Porque lo cierto es que Milei, desde que es Milei, se mostró siempre como un fanático del déficit cero y un enemigo de los “degenerados fiscales”, las causas “progres” y la justicial social, a la que él asocia con “el Maligno”, como llama al diablo. Toda esa agenda, incluida la de los reclamos en un área tan sensible como Discapacidad, para el libertario no es más que una avanzada del “comunismo” (al que sigue combatiendo a 35 años de la caída del Muro de Berlín). ¿Tiene sentido, entonces, que haya cambiado su manera de pensar de la noche a la mañana? Claramente, el cambio obedece a la necesidad, al instinto de supervivencia política. Pero no a la convicción.
En segundo lugar, ¿esas promesas de plata para todos que acaba de lanzar el gatito mimoso relamente llegarán a consumarse? No hay razones para creer que eso suceda, cualquiera sea el resultado de octubre. Porque si el Gobierno, en contra de todos los pronósticos, sale airoso de la elección, leerá esa victoria como un nuevo cheque en blanco como el que le dieron en 2023. La reacción, entonces, será más motosierra. Y si en cambio pierde, por mucho o por poco, lo más lógico es que el Presidente decida quemar las naves y avanzar a fondo con el ajuste mientras tenga vida en el poder. Perdido por perdido, lo q ue queda es huir hacia adelante.
El giro discursivo de Milei impacta, pero tal vez el gatito mimoso no logre engañar a nadie. Ya fue león durante demasiado tiempo.