La vida de Elena Cataldi Fleming y su familia en el campo, en el partido bonaerense de Azul, parecía ser todo lo que había soñado. Pero un día recibió un diagnóstico que lo cambió todo. Su hijo, Francisco, había sufrido un paro respiratorio y quedó con parálisis cerebral. Lo que parecía una gran dificultad terminó siendo el impulso para fundar un espacio que hoy ayuda a más de 100 chicos en Salta a través de la equinoterapia.
En el mundo rural, las jornadas suelen comenzar temprano, entre animales, tareas domésticas y la vida al aire libre. Así era la rutina de esta mujer hasta que su vida dio un vuelco irreversible. Tenía apenas 22 años, vivía con su marido y sus tres hijos pequeños en el campo, cuando algo le advirtió que su bebé de dos meses, Francisco, no respiraba.
“Lo envolví con el tejido que estaba haciendo y salimos a toda velocidad desde el campo hacia la localidad bonaerense de Azul, a 100 kilómetros. Recuerdo rezar, con él en brazos, todo el camino. Fueron los 100 kilómetros más largos de mi vida”, rememoró. Francisco había sufrido un paro respiratorio. Sobrevivió, pero con consecuencias neurológicas severas. Tras semanas de internación y estudios, llegó el diagnóstico: parálisis cerebral.
Con ese papel, Elena sintió que se cerraban muchas puertas. “Empezaron los ‘no’: no va a caminar, no va a ver, no va a ser independiente. Y cuando te dicen tantos ‘no’, los colores empiezan a apagarse”, recordó. Pero en medio de ese desconcierto, una canción en la radio marcó un punto de inflexión. Era David Bisbal cantando: “Yo te voy a amar hasta el final, te voy a cuidar, nadie te va a lastimar…”. Entonces decidió que ese diagnóstico no definiría su historia.
“Ahí, con mi hijo en brazos, hice un pacto de amor. Ningún diagnóstico iba a determinar nuestro futuro. Iba a amar a Francisco con todo lo que soy”, contó. Ese amor fue el motor que la impulsó a buscar respuestas y nuevos caminos. Así fue como se reencontró con los caballos, aquellos que la habían acompañado en su infancia y en la vida rural.
Los animales, esta vez, se transformaron en terapeutas. Comenzó a interiorizarse en la equinoterapia, primero de forma intuitiva, luego con formación profesional: “Francisco se conectaba con los caballos. Su cuerpo respondía, su mirada brillaba. Y un día, en una consulta, los médicos dijeron: ‘No podemos creer cómo está. Creemos que los caballos tienen mucho que ver’”.
Ese fue el nacimiento de una nueva etapa. “Salí de ahí con un impulso imparable. Esto no podía ser solo para nosotros. Tenía que compartirlo”, afirmó. Así nació, en junio de 2000, la Fundación Equinoterapia del Azul, un espacio que hoy se ha convertido en referente a nivel nacional.
“En 2008 surgió una oportunidad laboral y decidimos volver a Salta, de donde es toda mi familia. Ya estábamos muy conectados con esta actividad y decidí seguir formándome”, relató a LA NACION.
Con sede en Salta, la fundación trabaja desde hace más de 20 años en la rehabilitación e inclusión de personas con discapacidad, a través de equinoterapia, equitación adaptada y talleres de arte, cocina, música, golf adaptado, huerta y actividades asistidas con perros. Más de 100 chicos acceden hoy a sesiones semanales gracias al equipo interdisciplinario que lidera Elena.
“Cada niño que se sube a un caballo y sonríe nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos”, dijo, emocionada. La historia de Francisco es también la de cientos de familias que encontraron en la equinoterapia una alternativa real de mejora y de acompañamiento.
Este 1° de agosto se conmemora el Día Nacional de la Equinoterapia, una fecha que busca visibilizar el impacto transformador de esta terapia complementaria, que utiliza el caballo como facilitador en procesos físicos, emocionales, cognitivos y sociales. Desde la Red Argentina de Equinoterapia, que reúne a más de 240 centros en todo el país, invitan a que la comunidad se acerque a conocer la actividad.
“Vení, sentí la equinoterapia”, es el lema elegido para esta jornada. En muchos centros del país habrá puertas abiertas, actividades participativas y demostraciones. En Salta, la Fundación Equinoterapia del Azul celebrará “el poder del vínculo, del trabajo colectivo y del caballo como puente de transformación”.
Para Elena, cada paso logrado por Francisco, que hoy camina gracias a su trabajo con los caballos, es un triunfo compartido. “Francisco fue mi mayor maestro. Gracias a él, hoy transformamos vidas. Y, si pudiera volver atrás, le diría a esa joven madre de 22 años: Lo que parecía una mochila, hoy son alas. Tranquila. Todo va a estar bien. La vida con caballos siempre es mejor. Del otro lado de ese diagnóstico… el papel está en blanco’, porque los diagnósticos no definen nuestro futuro”, indicó.
“Nunca hubiera imaginado la cantidad de cosas buenas del otro lado de los miedos que me traería la condición de Panchi, que además de que es un ser que siempre está feliz, contento y sonriendo, me enseña todos los días como los chicos de la fundación“, finalizó.