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La audaz y agresiva jugada de Trump que amenaza con socavar la supremacía económica de EE.UU.

LONDRES.- El sistema económico global que Estados Unidos armó y timoneó durante más de tres cuartos de siglo era impulsado por una poderosa línea directriz: que el comercio y las finanzas se basarían en la cooperación y el consentimiento, más que en la coerción.

Con todas sus falencias, ese sistema instaló a Estados Unidos como la nación más rica del mundo y la única superpotencia financiera. El imperio de la ley, la estabilidad y la confianza que generaba ese enfoque contribuyeron a que el dólar estadounidense se convirtiera en la moneda de elecciones para las transacciones internacionales y Estados Unidos, en el centro de las inversiones globales.

Al provocar una guerra comercial mundial, el presidente Donald Trump corre el riesgo de abandonar esa visión de intereses compartidos y reemplazarla por una que da por sentado que los graves conflictos económicos son inevitables.

El presidente estadounidense, Donald Trump, habla con reporteros antes de firmar una orden ejecutiva en la Casa Blanca, en Washington, el 31 de marzo de 2025. (Pool via AP)Pool

Atrás quedó la apelación a un propósito mayor, a los acuerdos mutuos o los valores compartidos. En este nuevo orden, son las potencias más poderosas las que determinan las reglas, y las hacen cumplir mediante la intimidación y la fuerza bruta.

“Es una visión totalmente diferente”, dice Greg Grandin, historiador de la Universidad de Yale. “El principio fundamental de esta nueva visión es que los países no tienen intereses compartidos, sino inherentes conflictos de intereses”.

Es la perspectiva que subyace a la decisión del presidente de imponer drásticos aranceles, incluyendo un gravamen del 10% a casi todas las importaciones que ingresan en Estados Unidos.

Con poco más de dos meses en el cargo, las políticas de comercio internacional de Trump han provocado una fuerte caída del mercado bursátil y de la confianza de las empresas y los consumidores norteamericanos. De hecho, los analistas de Wall Street vienen proyectando tasas de inflación más altas y una ralentización del crecimiento, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo.

Compras en un comercio en Brooklyn, un día después de los anuncios de Donald Trump. (Michael M. Santiago / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)MICHAEL M. SANTIAGO – GETTY IMAGES NORTH AMERICA

Pero muchos economistas y líderes dicen que las ganancias y pérdidas trimestrales son insignificantes en comparación con el posible daño a largo plazo al poderío y los privilegios únicos que Estados Unidos ha acumulado gracias al orden global de la segunda posguerra. Lo que está en juego es la influencia inigualable de Estados Unidos sobre el sistema financiero mundial, las ventajas de las que disfrutan sus empresas y una reputación de estabilidad que atrae a inversores e innovadores.

Según Abraham Newman, profesor de la Universidad de Georgetown, el rechazo de Trump al sistema de cooperación “socavará la seguridad económica de Estados Unidos a largo plazo”.

Consideremos el protagonismo del dólar como moneda de reserva mundial, la que utilizan prácticamente todas las naciones para el comercio internacional y que les sirve de salvavidas en los momentos difíciles. Como el comercio y las transacciones globales se realizan en dólares, todos necesitan dólares. Y gracias a esa demanda global de dólares, Estados Unidos puede pagar menos intereses al vender sus bonos del Tesoro, y eso reduce los costos del endeudamiento interno.

Además, las empresas norteamericanas están libres de muchas de las preocupaciones derivadas de las fluctuaciones cambiarias o la fuga de capitales. Cuando la inestabilidad y la incertidumbre sacuden la economía mundial, el refugio seguro es el dólar, incluso cuando el responsable de esa turbulencia es Estados Unidos.

El presidente Donald Trump, tras firmar la orden ejecutiva en la Casa Blanca, en Washington. (AP/Evan Vucci)Evan Vucci� – AP�

El predominio de Estados Unidos en el sistema financiero global también permitió que Washington moldeara la economía mundial en función de sus propias preocupaciones de seguridad. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando quedó al descubierto que los terroristas utilizaban el sistema financiero global para enviar dinero de un país a otro, Estados Unidos tenía la capacidad reforzar los controles.

Los sucesivos gobiernos republicanos y demócratas ampliaron el uso de sanciones y controles a las exportaciones para consolidar el predominio de Estados Unidos sobre las finanzas globales, y más adelante sobre tecnologías como la inteligencia artificial (IA) y los semiconductores.

Gracias a esa capacidad, Estados Unidos pudo restringir la exportación de sus equipos informáticos avanzados a China y congelar las reservas de divisas de Rusia tras la invasión a Ucrania.

Sin embargo, cada vez que el gobierno de Trump afirma querer devaluar el dólar o amenaza con aranceles y otras medidas, la confianza en el dólar se resiente, apunta Barry Eichengreen, autor de Exorbitantes privilegios: ascenso y caída del dólar y el futuro del sistema monetario internacional.

Un dólar devaluado representa una pérdida para sus tenedores extranjeros. “En ese sentido, la plena confianza y credibilidad del gobierno norteamericano, que está intentando desentenderse de sus obligaciones externas, resulta muy perjudicada”, afirma Eichengreen.

No tomar en cuenta los intereses mutuos puede socavar los objetivos a largo plazo de Estados Unidos, asegura Joseph S. Nye Jr., profesor de la Universidad de Harvard. En su opinión, la mentalidad transaccional del gobierno actual es fiel reflejo de la trayectoria de Trump como desarrollador inmobiliario en Nueva York y Nueva Jersey, donde la intimidación puede ser habitual y cada acuerdo entre partes es único e irrepetible.

Gracias a ese enfoque, Trump se hizo rico, pero también lo obligó a declarar en quiebra varios de sus proyectos inmobiliarios.

Lo que no se logra con ese enfoque, dice Nye, es el crecimiento, la credibilidad y la influencia que se derivan de ser un socio confiable durante años y décadas.

En las discusiones que se filtraron sobre los planes para atacar a los militantes hutíes de Yemen que atentan contra los barcos en el Canal de Suez, los altos funcionarios de la Casa Blanca se quejan del “garroneo europeo” y hablan de obtener algún tipo de retribución “a cambio”.

Pero mantener abierto el Canal de Suez no es solo un favor que se le hace a Europa, sino que disuade a otros países, milicias y piratas de interferir en el comercio global. “Lo que nos conviene a largo plazo es tener libertad de navegación y evitar que interfiera un grupo como los hutíes”, señala Nye.

De igual manera, tras la crisis financiera de 1994, a Estados Unidos le convino organizar un rescate de 50.000 millones de dólares para México, porque a Washington le preocupaba que una economía devastada impulsara a medio millón de mexicanos a migrar ilegalmente a través de la frontera.

Porque otra cosa que mantiene en funcionamiento el sistema financiero global es la capacidad de Estados Unidos de mantener abastecido de dólares al mundo durante las crisis.

Además, los depósitos de “favores” hechos por Estados Unidos también generan intereses. Estados Unidos, por ejemplo, ha logrado presionar con éxito a aliados como los Países Bajos y Japón para que limiten sus ventas a China de equipos de semiconductores avanzados, con las consecuentes pérdidas para los fabricantes de esos países.

A los sucesivos gobiernos, incluido el de Trump, los preocupaban los posibles usos militares de esas tecnologías, así como la posibilidad de que eventualmente China pudiera crear su propia versión de los productos que ahora está obligada a importar desde Estados Unidos.

Trump es el primer presidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial que defiende los intereses norteamericanos violando sistemáticamente los acuerdos internacionales, atacando a los aliados de Estados Unidos y menospreciando las herramientas del poder blando, como la ayuda económica y humanitaria.

“Lo que estamos viendo es muy dramático”, apunta Newman, politólogo de Georgetown.

Newman agrega que entre los aliados de Estados Unidos se está gestando un profundo temor a que Trump intente crear un nuevo orden global centrado exclusivamente en el autobombo y el ombliguismo norteamericanos.

Tal vez en lo inmediato ese enfoque redunde en algunas victorias: cuando el presidente de Colombia rechazó el arribo de aviones militares norteamericanos cargados con deportados, la amenaza de Trump de imponerles sanciones financieras y aranceles del 50% a todos los productos colombianos obligó al presidente Petro a un cambio de política.

Pero si los países creen que el orden global está en manos de un líder caprichoso, buscarán alternativas. Con el tiempo, eso podría degradar el estatus del dólar y reducir la dependencia de los países aliados de las armas, la tecnología y los productos norteamericanos. También podría fortalecer la posición de China en detrimento de Estados Unidos.

El domingo, y por primera vez en cinco años, los ministros de comercio de Japón y Corea del Sur, socios económicos de Estados Unidos en su batalla con China, se reunieron en Seúl con sus pares chinos para abordar la expansión de los lazos del comercio regional. Cualquier estrechamiento del vínculo comercial de esos países con China podría socavar significativamente el objetivo de Washington de frenar los avances tecnológicos de las empresas chinas.

Y eso, según Newman, “es exactamente lo contrario de lo que Estados Unidos quiere lograr”.

Patricia Cohen

Traducción de Jaime Arrambide

The New York Times

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