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A los 6 meses decía «mamá», a los 5 años aprendió a leer sola y ahora a los 12 la aceptaron en una universidad

La infancia de la rosarina Lara Ghione (12) no fue sencilla para ella ni para sus padres Yamila y Leonardo. Desde bien bebé Lara empezó a demostrar una sorprendente precocidad. A los tres meses se podía sentar, a los seis decía mamá y a los nueve daba sus primeros pasos. Sin embargo papá contador y mamá especialista en sistemas nunca imaginaron lo que vendría.

Con el transcurrir del tiempo, Lara seguía dejando atónitos a propios y extraños. A los 5 años manoteó un libro y se puso a leer intuitivamente como si nada, a los 6 no le permitieron hacer primer grado «porque no sólo conocía todos los contenidos sino por la diferencia que había con sus compañeritos y porque iba a atrasar a todo el grado». Debió hacer homeschooling, y ahora, con 12 y cursando sexto grado en el colegio Biró de Fisherton, empezó una diplomatura de Community Manager avalada por el Ministerio de Educación de la Nación. La UAI le otorgó un permiso especial y la convirtió en la estudiante universitaria más joven de la Argentina.

Desde afuera los conocimientos de Lara antes de tiempo podrían verse como algo… ¿simpático?, ¿curioso? «No fueron nada fácil los primeros años de su crianza. Tenía conductas que no condecían con una nena de su edad. Si bien sospechábamos algo con la información que buscábamos en internet, no podíamos tener certezas ni tampoco encontrábamos una instItución idónea que la diagnosticara«, le cuenta a Clarín Yamila Romero, su madre. Hasta que una entidad española, conocedora del «caso Lara» la derivó a la ciudad de Córdoba, donde está el Servicio de Neuropsicología Infantil que funciona dentro de la Universidad Nacional de Psicología, donde en 2023 fue evaluada y diagnosticada.

Luego de una set de tests, chequeos y entrevistas, el resultado fue confirmado: Lara tiene un Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y, a la vez, cuenta con Altas Capacidades (AACC). ¿Qué significa? «Es un potencial que se manifiesta como un desarrollo intelectual superior a la media y una forma diferente de procesar la información. Las personas con AACC se destacan en habilidades cognitivas y cuentan con una gran curiosidad, una alta capacidad de razonamiento y una sensibilidad elevada», cuenta Yamila, luego de ahondar en la materia.

Yamila Romero (39) y su hija Lara Ghione. «Al principio sentimos el abandono de las instituciones, los médicos, los colegios, fue muy difícil».

La cifra que expresa su inteligencia relativa y que se determina midiendo su edad mental en relación con su edad física, determinó que Lara tiene un IQ de 132, cuando el promedio de una personal normal comprende entre los 90 y 110. «Nuestra hija convive con los dos diagnósticos: el de una inteligencia superior a la media combinada con una inquietud e hiperactividad intensas».

Cuando empezaron a buscar diagnósticos les decían, por ejemplo, «que no se notaba que Lara tuviera altas capacidades, respuesta que chocaba con las situaciones anormales que veíamos de ella en la vida cotidiana. La verdad es que sentimos el abandono de las instituciones, de los colegios, de los médicos, había un sistema que no incluía a mi hija. La he llevado a distintos neurólogos que decían que no había nada fuera de lo normal, o porque Lara no es buena en matemáticas decían que no tenía altas capacidades, como si no pudiera destacarse en otros áreas», describe Yamila, profesional en el área de sistemas.

Lara Ghione con su «hermanito» canino Boris. «Me gusta ser como soy», dice la niña prodigio.

Por su condición, Lara atravesó momentos de soledad, aburrimiento y depresión. «Hubo amigos que se fueron alejando porque no estaban de acuerdo con ella. Y hasta una escuela que no la quiso en primer grado y no entendíamos el porqué. Entonces las dificultades como padres se amontonaban porque no teníamos las herramientas ni la información que ella nos pedía. ‘¿Por qué soy así? ¿Por qué pienso diferente a los chicos de mi edad? ¿Por qué todos se divierten con una cosa que para mí es aburrido? Un cúmulo de interrogantes para los que no teníamos respuestas».

«Mi cerebro funciona diferente»

Rápida, atenta y con un manejo verbal muy amplio, Lara dice que eligió la carrera de Community Manager porque «me atrapó la tecnología, que se combina con mi gusto por la creatividad y eso, ojalá, me permita ayudar a que las personas y las marcas se comuniquen mejor en las redes. Hace poco abrí mi cuenta de Instagram para poder darle visibilidad a las altas capacidades, que son parte de mí, de mi vida. ¿Qué son? Como mi cerebro funciona diferente, tengo habilidades más desarrolladas que el resto de los chicos de mi edad».

Dentro de sus habilidades más avanzadas están la comunicacional, la cognitiva, la deportiva y la artística. «Para las matemáticas soy una tronca -se ríe-, por eso cuando sea grande me gustaría ser locutora y poder trabajar en radio y televisión leyendo la publicidad y también las noticias», aspira la adolescente que a los siete años empezó a crear y editar videos por sus propios medios.

Lara empezó a leer sola a los 5 años y a los 6 armó su propia biblioteca.

Cuenta que se crió con la tecnología y que aprendió a ponerse límites a la hora de su utilización. «Al principio estaba horas y horas editando y creando contenido… Una vez, después de un día que estuve adicta sin parar, me di cuenta de que me hacía mal y empecé a regular». Yamila, su mamá, la controla, pero tiene claro que «las pantallas le salvaron la vida, porque a los seis años tuvo una depresión fuerte al quedarse afuera de primer grado, y fue la actividad tecnológica la que hizo que recuperara el estímulo».

En este primer mes que lleva transitando en la facultad, Lara cuenta que se siente plena. «Me encanta, es exigente y hay alumnos de todas las edades, de veinte, de treinta y más grandes. Al principio todos quedaron sorprendidos al verme, pero la verdad es que me siento muy bien tratada por mis compañeros y por los profesores, que me recibieron muy bien, como una más, no como la más chiquita. También está bueno que no hacen ninguna diferencia, lo que me deja más tranquila».

Lara Ghione (12), en su escritorio, estudiando Community Manager para la UAI.

Al pasar, desliza que le interesan los programas televisivos políticos. «Me gustan los debates y cuando se arma quilombo, los disfruto», se ríe. «Me gusta estar informada de las cosas que pasan en Argentina, pero también le presto atención a las noticias de otros países. Tengo la costumbre de seguir una noticia política y cómo es analizada por distintos canales de televisión. Me llama mucho la atención cómo una cosa puede ser blanca, roja o azul, según la ideología del programa», expresa con adultez.

Activa deportivamente, Lara juega al vóley en Funes y por su nivel y altura -mide 1,60m- la ascendieron tres categorías. «Me gusta el deporte hasta que empiezo a competir, ya cuando la cosa se pone seria, ahí me deja de gustar. No soy amiga de pensar sólo en ganar… Cuando me federaron, me fui a otro lugar y ahora estoy en el Club Asturiano». Además, debido a su hiperactividad, se destacó en gimnasia deportiva y ahora estudia danza, canto y actuación en el Teatro «El Círculo».

Lara es popular en Funes y alrededores. Es querible y ella es muy sociable, «algo bastante atípico porque por su diagnóstico debiera tener problemas de conducta y costarle sociabilizar, pero por suerte sucede todo lo contrario», hace saber la madre.

Sabe que es el grooming y el bullying, que hasta llegó a padecer con cuentagotas cuando la descalificaban llamándola «jirafa», o » marciana, porque hablaba cosas raras». Una vez, en tercer grado, organizó una debate escolar sobre qué es el bullying. «Escuché que a un compañero lo volvían loco… gordo de aquí, gordo de allá… Hasta que me cansé y me fui a la dirección a ver a la directora y le pedí si podíamos hacer una charla para concientizar. La directora me apoyó y la hicimos en distintos grados de la escuela».

Hoy está cómoda y feliz en el colegio Biró, de Fisherton (Rosario), donde el año que viene se irá de viaje de egresados. «Tengo amigos, me siento querida y respetada, nadie me dice nada. Hasta me siento famosa por las notas que me hacen, mis compañeros se creen que están con Pampita«, de despide a las carcajadas.

PS

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