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Llega el Drácula «humanizado» de Luc Besson, con Christoph Walz

“Drácula” es de los films más esperados del año porque involucra dos talentos como Luc Besson (“Perfecto asesino” con Jean Reno y el debut de Natalie Portman; “El quinto elemento”, “Lucy”, “Danny The Dog”) y Christoph Walz (“Django sin cadenas”, “Bastardos sin gloria”). Son tiempos de humanizar al monstruo o al villano como en las últimas versiones de Guasón o ahora al vampiro “Drácula”. Podrá verse en cines desde el 14 de agosto.

Esta nueva adaptación cinematográfica del clásico de Bram Stoker combina el estilo visual de Besson con la intensidad actoral de Waltz, todo coronado con la banda sonora del especialista Danny Elfman (casi todas las de Tim Burton como “El Joven Manos de Tijeras”, “Charlie y la fábrica de chocolate” o “Beetlejuice” pero también “En busca del destino”, “Hombres de negro” o “El gran pez”).

Esta versión de «Drácula» reinterpreta el mito del vampiro a través de una narrativa emocional donde un príncipe del siglo XV, tras perder a su esposa, desafía a Dios y se transforma en vampiro. Siglos después, en el Londres del siglo XIX, encuentra a una mujer que parece ser el reflejo de su amada perdida, iniciando una persecución que sellará su destino.

Este film se suma a la nueva ola de adaptaciones del terror romántico, al nivel de producciones recientes como “Nosferatu” (2024) y “Crimson Peak” (2015). Sobre la película, Besson comentó: “Me interesaba más su dimensión artística que su oscuridad. Surgió el entusiasmo por Drácula, volví a leer la novela, lo que reforzó mi deseo de embarcarme en este proyecto. El libro, en esencia, es una historia de amor, aunque en su época fascinó más por su dimensión fantástica y sangrienta. Con el tiempo, el personaje se volvió un monstruo mítico. Pero para mí, sigue siendo ante todo una historia de amor: la de un hombre que es capaz de esperar 400 años para volver a ver a la única mujer que ha amado y le fue arrebatada por Dios. A partir de ahí, comencé a escribir el guión, sin la intención inicial de dirigirlo, pero terminé apasionándome tanto que decidí hacerlo yo mismo”.

El director agrega que no quería un personaje con “superpoderes” al estilo americano, sino uno con habilidades más plausibles. “Por ejemplo, usa un perfume para atraer a jóvenes mujeres hacia él, ya que no puede ir a donde quiera. Me recuerda también al magnate excéntrico William Randolph Hearst: como él, mi Drácula es un esteta, amante de las cosas bellas, telas sedosas, anillos y viajes. Me inspiré más en ese lado dandy que en Nosferatu”.

En esa línea, a es insoslayable recordar “‘Entrevista con el vampiro” o “Déjame entrar’ o “Drácula de Bram Stoker”, la fantástica adaptación de la obra del escritor irlandés por parte de Francis Ford Coppola.

La mirada de Besson va en busca de una profundidad particular: “Desde el comienzo, el Conde Drácula tiene un aura real: es el príncipe de la región, y aunque joven, es un líder nato. Quería mostrar que no necesariamente le gusta la guerra: lucha en nombre de Dios, pero preferiría quedarse con su esposa. De hecho, dice: va a ser una batalla sangrienta. ¿De verdad Dios quiere esto? No entiende por qué debe recurrir a tanta violencia y muerte, pero lo hace por fe. Es comprensible que, al regresar de la guerra, se sienta traicionado”.

Besson ambienta la historia en París. “A los ingleses no les molesta convertir ‘Los Miserables’ en un musical, ¿por qué habrían de molestarse porque yo lleve a Drácula a París?. También me interesaba la fecha del 14 de julio de 1889: es el centenario de la Revolución, y París está de celebración. Todas las trayectorias de los personajes confluyen en ese momento, y fue una fuente de emoción y dinamismo increíbles. Este contexto también puede explicar por qué un vampiro pasa desapercibido en París: la policía y la población están ocupadas con otras cosas. Me gusta esa construcción, como una sinfonía, que culmina en un clímax: Mina ha desaparecido, Drácula está en escena, el sacerdote no sabe dónde buscarlo. Había ahí una energía que me encantó. Y para quienes conocen mi filmografía, sabrán que amo París”.

Drácula está encarnado por Caleb Landry Jones en tanto Waltz hace al sacerdote. “Organicé una proyección anticipada de “Dogman” para él, porque sé que a los grandes actores les interesa más el jugador que el juego. Y cuando vio a Caleb, dijo que sí de inmediato, incluso antes de leer el guion. Ambos actores son muy precisos y siempre están buscando superarse. Personalmente estoy abierto a que los actores me pidan repetir una toma, porque quiero que sientan que el set está a su disposición y que tienen tiempo para expresarse. Christoph se tomaba el tiempo de colocar su voz y sus gestos y para la tercera o cuarta toma ya estaba ‘caliente’. Entonces podía pedirle que retomara algún elemento de la primera o segunda toma, y lo hacía. A veces llegábamos a 15 o 20 tomas, no porque no pudiera hacerlo, sino porque iba construyendo la intensidad poco a poco. A veces, durante 5 o 6 tomas, explorábamos un matiz, y luego otro distinto durante otras 5 o 6. Ese es el momento más importante, porque después, en el montaje, tienes una cantidad de material increíble y el lujo de poder afinar la escena como quieras”.

Se trata sin dudas de una versión íntima, brutal y humana, la resignificación de uno de los mitos más persistentes del imaginario colectivo. Besson deja de lado el artificio digital de sus producciones pasadas para adentrarse en el terreno más humano y monstruoso de lo trágico.

Caleb Landry Jones es un vampiro frágil que esconde violencia contenida en tanto Waltz aporta un halo entre perverso y trágico Lejos de encarnar el mal, “Drácula” es un hombre lastimado por el amor, la pérdida, el tiempo, una criatura en ruinas. Lejos del depredador seductor, Besson busca la intimidad emocional, el trauma y la melancolía en esta versión sombría y dolida, que dialoga con el romanticismo gótico, a tono con las sensibilidades actuales.

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