La harina de soja argentina, principal producto exportado del país, enfrenta un 2025 marcado por cotizaciones deprimidas pero con señales positivas en la demanda global. Así lo detalla un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), que advierte que, hacia fines de junio, el valor FOB de exportación cayó a USD 281 por tonelada, su nivel más bajo en más de 15 años.
Esta fuerte baja de precios se explica por un fenómeno global: el avance de las políticas de biocombustibles ha generado un salto en la demanda de aceites vegetales —en particular, de aceite de soja— lo cual ha impulsado su precio (más de 30% de suba en lo que va del año), pero también derivado en un mayor procesamiento del grano. Como resultado, se genera una gran oferta de harina, cuyo consumo global no logra seguir el mismo ritmo. Esa sobreoferta ha ejercido una presión bajista notable sobre los precios de la harina, tanto en el mercado interno estadounidense (CBOT) como en el comercio internacional.
En este contexto, la competitividad de la harina argentina quedó potenciada: su bajo precio FOB la consolidó como la opción más atractiva entre los principales exportadores. La reacción del mercado fue inmediata: en las últimas semanas, incluso China volvió a comprar harina de soja argentina, algo que no ocurría desde que ese país habilitó oficialmente las importaciones en 2019. Se trata de un hito comercial que subraya el valor estratégico de este subproducto dentro del complejo oleaginoso nacional.
El informe de la BCR recuerda que la harina de soja es, por lejos, el principal producto de exportación de Argentina. En 2024 representó el 13,4% del total exportado por el país, mientras que el complejo soja en su conjunto explicó el 27,6%. Para 2025, se proyectan exportaciones de harina por USD 9.044 millones, por encima del año pasado, pero todavía lejos de los niveles históricos más altos. De hecho, ajustado por inflación internacional, sería el segundo monto más bajo desde 2007.
Más allá de la mejora coyuntural en el volumen exportado, la tendencia de largo plazo muestra una contracción preocupante. Desde el pico de 2015, el volumen neto exportado del complejo soja inició un descenso sostenido, que en 2024 lo llevó a niveles similares a los de 2003. Aunque se espera una recuperación parcial para este año, las cifras siguen por debajo de los máximos alcanzados una década atrás.
En cuanto a precios, el informe destaca que, tras un récord en 2022, las cotizaciones promedio ponderadas comenzaron a caer en 2023 y seguirán ese camino en 2025. Si se ajustan por inflación, los precios actuales son los más bajos desde 2006. En comparación con el año 2011 —cuando el valor exportado del complejo alcanzó su punto máximo en términos reales—, las cotizaciones FOB promedio de 2025 son 68% más bajas.
A modo de balance, la harina de soja argentina atraviesa un escenario complejo: aunque el precio ha caído drásticamente, ese mismo factor está reactivando la demanda global, con una respuesta concreta por parte de importadores estratégicos. En un año donde los márgenes están ajustados, la competitividad precio-calidad del producto nacional vuelve a marcar la diferencia, y la reaparición de China como comprador es una clara señal de que la harina de soja sigue siendo una carta fuerte del agro argentino.
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