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Abajo de la alfombra de la inflación que «colapsa»

Nobleza obliga. En cualquier escenario, aún en el ajuste del Gobierno de Javier Milei, son innegables los efectos estabilizadores de la desinflación. La gente ya no corre al supermercado a comprar antes de que se remarque y números altos, pero fijos, dan ventajas respecto a la planificación. El 200 por ciento de inflación con el que se fue la gestión económica de Sergio Massa le garantizó al peronismo perder el márgen variable de votos y, en consecuencia, perder las elecciones. Milei, de entrada, prometió bajar la inflación, a la cual llevó del 12 por ciento heredado al 25 por ciento, para lugar bajarla, por primera vez en 5 años, a menos del 2 por ciento. 

El asunto es que a diferencia de lo que el Presidente predica, el logro se apoya en todo menos en la política de ajuste monetario, de no emisión. Se edifica en una ficción de indicadores congelados, un esquema de altísimo costo social en el corto y mediano plazo: un proceso de endeudamiento para tener el dólar quieto; la decisión oficial de no validar paritarias por sobre los precios; una recesión con aumento de costos empresarios que hace quebrar empresas y bolsillos de consumidores y una fórmula del IPC del INDEC antigua, del 2004, que no representa los consumos familiares y a la cual el Gobierno se niega a cambiar para evitar dolores de cabeza. Por todo esto, medir la inflación en el vacío puede ser vendido como un éxito político del lado del Gobierno, pero no tiene ningún sentido práctico, y es lo que instaló socialmente el descalce entre la baja del IPC y la constante apelación de las familias de que «la plata no alcanza». 

Miguel Boggiano es un economista liberal que es parte del equipo de asesores de Milei. En un mensaje en X blanqueó que, efectivamente, el Gobierno está dispuesto a quemar todas las naves para mostrar una inflación a la baja. Sin importar los daños colaterales. «Inflación del 1,5 por ciento en mayo. Para todos los que lloran que el BCRA no acumula reservas! La prioridad es bajar la inflación. Nada de emitir!». Allí, Boggiano se sincera y admite que Milei incumple el pedido del FMI de comprar reservas porque, de no hacerlo, subirían el precio del dólar y, en consecuencia, la inflación. Esa afirmación es el corazón de la baja puramente estadística de los precios. Tan importante es este punto que, en marzo último, cuando Luis Caputo, el ministro de Economía, se quedó sin dólares, en sólo 15 días la inflación saltó al 3,7 por ciento, aumentó el riesgo de espiralización y sólo frenó la sangría un salvavidas de 20 mil millones de dólares del FMI. Fue la prueba de que el dólar barato es uno de los pilares que contienen los precios. Ese esquema, seguramente, tenga serios problemas luego de las legislativas de octubre, tal lo alerta en su último informe Eco Go, la consultora de Marina Dal Poggetto. 

El bolsillo no miente

Hace unas horas, dos encuestas diferentes mostraron que, a diferencia de lo que dicen el Gobierno y los analistas (incluídos muchos del centro para la izquierda), la desinflación puede repercutir en estabilidad temporal, pero no en mejoras de poder adquisitivo. 

La consultora Fixer hizo dos preguntas. La primera, si «Respecto de los ingresos de tu hogar, ¿Cuál de las siguientes refleja mejor la situación del tuyo?». El «Llegamos bien o justos» a fin de mes pasó del 54 al 52; mientras que el «tenemos dificultades, no llegamos», saltó del 44 al 46. En enero del 2025, ese indicador estaba en 34 por ciento. 

Preguntaron, además, si «¿Tuviste que restringir en el último mes gastos de tu hogar?, En enero sólo el 40 decían que sí, porque la plata no alcanza, hoy los que dicen eso alcanzan el 49. Es decir, mientras la inflación desaceleraba más fuerte, la plata alcanzaba cada vez para menos. Además, el «no restringí gastos» bajó del 25 al 22.

La otra encuesta, la de Management & FIT, tiene otro dato interesante. Crece la intención de voto a Milei, pero la gente cada vez está económicamente peor. Según el trabajo, entre las principales preocupaciones, «la inflación mantiene el primer puesto de mención con el 20,8 por ciento». Por detrás quedan inseguridad y la corrupción. Cabe destacar que en marzo del 2025, la preocupación por la inflación llegaba al 16,8 por ciento. 

Además, la firma de Mariel Fornoni publica que «8 de cada 10 encuestados mencionan haber cambiado sus hábitos de consumo debido a la crisis económica. El 51,8 por ciento menciona tener algunas o muchas dificultades para cubrir los gastos del mes». 

Para ser claros, además de estos dos diagnósticos, hay trabajos de Poliarquía, Zubán Córdoba y hasta la Universidad Di Tella que tienen la misma conclusión. De hecho, esta casa de estudios dio a conocer semanas atrás que la mayoría de la gente ve una inflación arriba del 4 por ciento, más del doble que la de INDEC, lo que enojó visiblemente al Gobierno. En esas mismas encuestas, además, la mayoría de la gente admite que la baja de inflación es una buena noticia, pero que eso no ayuda a su bolsillo. 

El no salariazo y los servicios

El economista Emmanuel Álvarez Agis, ex viceministro, suele decir que en Argentina la inflación puede llegar a cero y, de todos modos, la plata no alcanzará. Refiere a lo irrelevante de un fenómeno que opera en el vacío. Sin ir más lejos, en diciembre del 2001, Fernando De la Rúa se fue en helicóptero con inflación negativa, del menos 1,5 por ciento. Un país incendiado que nada tiene que ver con el actual, pero que sirve para ver cómo mirar cifras sueltas. 

En unos días, se conocerán algunos indicadores de ventas en supermercados elaborados por privados. Se verá una caída de al menos 3 por ciento, contra bases del 2024 muy malas. Es decir, la desinflación no se ve de manera significativa en mayores compras. Días atrás, CAME reportó derrumbe en ventas interanuales e intermensuales. Todo esto responde a que los salarios llevan perdiendo por goleada en la era Milei. Lo mismo que las jubilaciones. Dany Schteingart, economista de Fundar, mostró días atrás cifras de impacto al calcular la serie histórica del salario real en Argentina. Allí se ve, por caso, que en 2024 el salario real fue similar al de 1948, 13 por ciento menor al de 1970 y similar al de 2006. Schteingart aclara, también, que «comparado con los tres mejores años del siglo XXI (2015, 2013 y 2017, en ese orden) fue aproximadamente 26 por ciento menor». En síntesis, Milei tiene una sociedad con peores sueldos que Mauricio Macri, el período de la última gran crisis. 

El último factor que explica la desinflación y, también, que la plata no alcance, es que el costo de los servicios subió más del 70 por ciento, contra algo más de 30 por ciento de suba en bienes, en alimentos. Esa diferencia se nota en el bolsillo, porque los costos fijos de las familias (transporte, prepagas, colegios, tarifas, etc) se dispararon; pero no es adecuadamente registrado por un IPC de INDEC que minimiza ese impacto y sostiene la centralidad de alimentos y bebidas, cuando los gastos familiares ya no son los de hacer más de 20 años. 

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