Día a día se crean miles de aplicaciones y soluciones nutriendo el músculo de la inteligencia artificial. Y extendiendo lo límites de lo posible, a una velocidad de innovación, procesamiento de datos y generación de logros disruptivos nunca antes visto.
“La IA está transformando aceleradamente los sistemas productivos, los mercados laborales y los modelos de negocio en todo el mundo. Ya no es una promesa a futuro: es una herramienta concreta para generar empleo de calidad, atraer inversiones y redefinir el desarrollo económico territorial”, marca desde la Agencia Competitividad Córdoba, un área que depende del Ministerio de Economía y Gestión Pública de la Provincia. En ese espacio buscaron el asesoramiento y acompañamiento de Rebeca Hwang, referente global en inteligencia artificial. El objetivo: intercambiar conocimientos de vanguardia con los equipos de gobierno, repensar los desafíos que enfrentan las instituciones públicas frente a esta nueva era tecnológica, y diseñar respuestas innovadoras para reinventar nuestras capacidades de gestión.
Hwang y el periodista especializado en innovación Sebastián Campanario compartieron un encuentro de trabajos con medios locales para repasar un poco de lo mucho que pasa en torno a la IA en las principales usinas de la industria, con especial atención en Silicon Valley, California. Hwang es profesora del MIT y de la Universidad de Stanford, es directora General de Kalei Ventures y Socia General de Rivet Venture.
“Una primera idea fuerte es que en Silicon Valley hay bastante consenso de que la equiparación entre la capacidad del ser humano y la máquina va a llegar pronto. En la conferencia del CES en Las Vegas, Elon Musk habló de tres años de tiempo hasta eso, pero en los pasillos en las empresas en SV el comentario es que será en 2 años o menos. Las máquinas podrían hacer todo lo que puede hacer el ser humano o mejor. Ya tenemos aspectos de que están pudiendo alcanzar la capacidad de crear, recrear procesos cognitivos y toma de decisiones sin intervención humana”, afirma.
Y sostiene: “el escenario lúgubre es que un día a la IA se le ocurra apagar la luz en todo el mundo, eso podría llegar a pasar. Hoy estamos en un estadio en el que todavía la inteligencia artificial no está inventando cosas por sí sola, pero está cerca de eso, ya hay una capacidad de lógica, investigación y análisis que equivale a millones de doctorados. Y otro aspecto clave es que hoy estamos viendo el 10% de lo que pasa adentro de los laboratorios de IA”.
Para Hwang, estamos ante un escenario sin precedentes, donde todavía los humanos tenemos algunas ventajas, pero en el que la IA se está acercando aceleradamente, porque la IA no sólo está aprendiendo a manejar y procesar información, sino que está aprendiendo a cómo razonar. Ese proceso, de selección y priorización de distintos tipos de información también implica, en el caso de los humanos, mirar algo con un sesgo y que es, básicamente, la experiencia. Según Hwang, en ese punto la IA también se está acercando bastante.
“Lo que está pasando en los laboratorios y en las empresas tecnológicas en SV es tan abrumador que yo estoy con problemas de ansiedad, se están viendo muchas cosas y muy gráficas que no se deberían ver. Vemos muchas cosas que no podemos procesar. La gente en Silicon Valley está durmiendo menos por la ambigüedad y la cantidad de información que se maneja”, asegura.
Y remarca la idea de que hoy, el problema más grande al que nos enfrentamos es el cultural. Para graficarlo repasa que la empresa Open IA desarrollo Operetor, un sistema que tiene la capacidad de reemplazar al 80% de los ingenieros.
“Estamos hablando de un sistema que estamos creando que sabemos que nos va a reemplazar, es muy morboso. Se está creando un nuevo tipo de estrés real. Y está pasando muy rápido. Desde el punto de vista cultural y de sociedad es muy alarmante porque estamos entrando en una crisis de identidad que no hemos tenido como seres humanos. Nunca hemos tenido este nivel de cuestionamiento de cual es el valor de una persona”, dice.
Regulación. Uno de los grandes debates en permanente revisión es qué nivel y tendencia de regulación deberían adoptar los Estados ante el avance de la IA.
Para Hwang la cuestión de fondo, antes que inclinarse por el conjunto de normativas que adopta un gobierno o una región -léase la Comunidad Europea- pasa por establecer la defensa de lo humano y lo no digitalizado como primera barrera de control.
“La inteligencia artificial prácticamente ya usó toda la data disponible o gran parte del texto y audio y le queda por sumar mucho de video y 3D. Mi recomendación como política es anclarse en lo que es medir intencionalmente qué damos como data extra, externa a lo digital. Podemos decidir qué no queremos dar. Como ciudadanos podríamos pensar en qué queremos entrenar a la inteligencia artificial con cosas que no nos da miedo perder. Yo no tengo miedo de perder mi capacidad de diseño, soy muy mala diseñando, pero si me siento a escribir una columna no quiero perder esa capacidad de crear con un apunte. Prefiero estar dos horas mirando una hoja en blanco y sufrir y crear, antes que romper esa barrera. Hice un compromiso conmigo misma para no atrofiar esa parte de mi cerebro y expandirlo”, remarca Hwang.
Campanario refuerza ese concepto al reafirmar que aún no está claro cuando se cruzarán todos los límites, pero todavía es posible reconocer una frontera humana.
“Creo que todavía estamos en una ventana de intervención posible, pero es una ventana cortita, hay que apurarse. Y hay que expandir esta discusión, no puede quedar encapsulada en el mundo de la tecnología. Lo que avances no podes volver para atrás, acá no hay CTRL+Z. Cosas que hace 5 años no podían pasar ahora pueden pasar. Nunca en la historia de la humanidad la tecnología estuvo tan delante de la regulación y la innovación, la caja de Pandora ya ha sido abierta”, asegura.